Para escapar de uno de los días más calurosos del verano, ayer me desplacé a una piscina situada en la sierra cordobesa. Una ocasión perfecta para darse unos chapuzones, en el agua y en los recuerdos de la aventura que vivimos en el Camino de Santiago.
Una de los primeros pensamientos que vino a mi mente fue que la preparación del documental ‘El desorden de los sentidos’ sigue su curso. Alejandro y Juanjo hablaban el último día de rodaje de la vuelta y la organización para el montaje, sin duda una de las labores decisivas a la hora de transmitir tanta información y sensaciones recogidas a lo largo del viaje. Inevitablemente me acordé del trabajo y de las vivencias que compartí con ellos.
Sería difícil describir a Juanjo y Alejandro después de leer las palabras de Javier Pitillas, pero aun así me arriesgaré a sumar algunos aspectos que me llamaron la atención. El principal es la sintonía que existe entre ambos, una mezcla de profesionalidad y amistad que sin duda repercutirá en el resultado final del documental. En la memoria quedan decenas de instantes en los que caminaban juntos para valorar una nueva escena, los cruces de miradas durante el rodaje para dar instrucciones o las largas veladas frente al ordenador para revisar el material del día.
Alejandro G. Salgado viajó hacia el norte con el primer equipo de rodaje y volvió con el último. De todas sus virtudes como director me gustaría resaltar una que considero importante, el respeto hacia su profesión. Un respeto que aplica a todos los niveles ya que, a pesar de todas sus responsabilidades y a los posibles imprevistos de rodaje, Alejandro escucha a sus compañeros; está siempre abierto a cualquier tipo de sugerencia que pueda enriquecer el trabajo; desde el primer día hasta el último una de sus máximas ha sido no interferir en el viaje de ‘Discamino 2012‘ y hasta en las situaciones más adversas tiene una sonrisa cálida que regalar y las palabras perfectas que evaporan el desánimo.
Cuando Juan José Mulero se sumó al rodaje descubrí que también poseía dicha virtud, y corroborar esa profesionalidad en las dos personas encargadas del guión y la dirección te hace sentir que formas parte de un proyecto que sin duda llegará a buen puerto. Con una paciencia a prueba de tormentas –gallegas- pude comprobar como Juanjo se desplazaba por los escenarios de rodaje en el más absoluto silencio, siempre en el sitio adecuado en el momento preciso. También queda en el recuerdo la silueta de Juanjo junto al faro de Finisterre, donde con todo el mimo del mundo quedaron registrados el sonido de las olas, el viento entre las rocas y el movimiento de la hierba. Ya estoy deseando que podáis descubrir personalmente el trabajo de ambos.